Colombia y el abogado español

Published on 29 May 2025 at 00:40

Llego a Bogotá y, por más conciencia de man viajado que uno tenga, es fácil deslizarse en una figura bastante reconocida por aquí: la del abogado español.

No he terminado de deshacer la maleta y ya me encuentro hablando como si esto fuera la sede alterna del virreinato.

Sin darme cuenta, me veo defendiendo puntos de vista sobre historia, derecho, política, educación… y hasta sobre cómo debe servirse el tinto. Mientras tanto, los colegas me escuchan con esa mezcla tan bogotana de cortesía inteligente y observación silenciosa.

Porque aquí tienen buen oído, pero mejor memoria, y saben distinguir rápido entre el que viene a imponer y el que viene a aprender.

Y es justo ahí donde empieza el verdadero trabajo: bajarse de esa forma tan española de ver el mundo, abrir los ojos y los oídos, y entender que este país no necesita redentores, sino aliados. 

Que la experiencia de fuera, si no se mezcla con una comprensión genuina de los de dentro, termina sonando como eco viejo.

Y que en Colombia, para construir confianza, primero hay que saber callar, escuchar, y solo después caminar y hablar—si después de entender la grandeza de este país, aún queda algo que decir.

En puridad, como cada vez que salimos de casa, a los europeos en general —y a los españoles en particular— nos corresponde dejar la espada y descalzarnos antes de pisar tierra ajena. Como bien escribió el mexicano universal Alfonso Reyes en Cartones de Madrid (1917):

“No hay tierra como la ajena para conocerse uno mismo.”

Para empezar, a veces no recordamos que Colombia rompió mucho antes que España su minoría de edad constitucional, y sigue cuestionando sus propios límites con decisión.

Mientras España aún se mueve entre los márgenes de una monarquía parlamentaria heredada del franquismo y un constitucionalismo influido por el poder político, Colombia —que cuenta con tradición constitucional desde 1821— adoptó en 1991 una nueva Constitución.

Este texto, surgido en respuesta a décadas de conflicto, introdujo un modelo participativo, con fuertes garantías de derechos y mecanismos efectivos de control y exigibilidad.

Es una Constitución que reconoce derechos fundamentales y sociales, incluyendo las jurisdicciones indígenas, y establece mecanismos como la acción de tutela y la consulta popular. Incorpora los tratados internacionales en derechos humanos mediante el bloque de constitucionalidad y confiere a la Corte Constitucional un papel central en su interpretación.

A pesar de las tensiones que enfrenta, este orden constitucional se mantiene gracias a la participación ciudadana, el trabajo judicial y el desarrollo constante de la doctrina jurídica.

La formación internacional de sus abogadas y abogados es un reflejo de ello. Basta revisar la presencia creciente de juristas colombianos en universidades como Harvard, Oxford, LSE, Sciences Po o su activa participación en foros internacionales, tribunales arbitrales y organismos multilaterales.

No es solo una cuestión de prestigio, sino de competencia real en el ámbito académico y profesional.

En el plano universitario, facultades como la Universidad de los Andes, la Nacional, la Javeriana o el Externado desarrollan investigaciones reconocidas fuera del país, especialmente en derechos humanos, justicia transicional, derecho ambiental, derecho indígena y estudios de género.

La perspectiva socio-jurídica, influida por Boaventura de Sousa Santos y desarrollada en Colombia por autores como Mauricio García Villegas, Rodrigo Uprimny y Julieta Lemaitre, forma parte central del pensamiento jurídico colombiano. Sus trabajos han conectado el derecho con problemas concretos como la desigualdad, la violencia de género o las barreras de acceso a la justicia, dándole a este enfoque una relevancia académica y práctica sostenida

Incluso en aspectos institucionales, como la función notarial, Colombia muestra avances significativos en materia de digitalización, interoperabilidad de registros y acceso a servicios legales, que en España seguimos discutiendo desde un prisma marcadamente corporativo y formalista.

Escuchar, aprender y reconocer estos avances no es solo un acto de respeto: es, quizás, el único punto de partida sensato para cualquier abogado que, como yo, llegue aquí creyendo que viene a aportar algo.

Add comment

Comments

There are no comments yet.